El conde de Montecristo

No habían pasado ni diez minutos desde su regreso a St. Lucía, cuando Aoi ya se había puesto en marcha hacia la biblioteca. Aún traía puesta la capa de color azul y las botas de viaje pero no había querido cambiarse antes de correr hasta ahí. Quería ver con sus propios ojos si todo seguía igual que antes.

Al llegar, el silencio del lugar le hizo darse cuenta de que no había nadie más en la biblioteca. El eco de sus pasos se dejó sonar mientras avanzaba entre las mesas y los estantes, pero poco aminoró el sonido una vez que ella se metió entre las estanterías.
Observó en silencio, y con las manos entrelazadas detrás de la espalda, cada uno de los títulos, quería encontrar un libro en particular que había dejado a la mitad durante su partida anterior, pero no estaba en su lugar. Alguien lo había tomado y seguramente aún estaba en su poder.

- Mmm –miró el espacio vacío, como si esperara a que por arte de magia llegara el ladrón que había alejado de ella las palabras de “El conde de Montecristo”.

Cierto era que bastaba con pedirle a Ryou que buscara una copia para ella, o que consiguiera una a como diera lugar, pero ¿qué sentido tendrían las bibliotecas entonces? A Aoi le gustaba mucho la idea romántica de tomar un libro que pertenecía a todos, de leerlo y pensar en aquellos que lo habían leído antes. Además siempre solía haber notas escritas con lápiz o pluma con pensamientos de los lectores previos e incluso a veces olvidaban recados o cartas entre sus hojas.

- Supongo que debo esperar a que lo devuelvan… - susurró un poco antes de echar un vistazo final al estante.

El destino es un jugador extraño y en otra de sus jugadas una mano depositaba ni más ni menos que la copia del Conde de Montecristo en su lugar, una mano fuerte y masculina pero muy bien cuidada, la de Alex Asriel Laniut que de pronto clavabas sus ojos negros y calculadores cobre la joven que le esperaba sorprendido un poco de no haberle notado se inclino un poco y dijo:

-Disculpe no le note mi nombre es Alex, espero que no estuviera esperando por este libro, necesito que se quede aquí hasta que alguíen más venga por el- ¿prácticamente le pedía que no tomara ese libro?

La joven noto como varias notas sobresalían de las hojas del libro, ademas pudo notarlo muy maltratado y bastante usado.

-Pero si me deja sugerirle por que no lee el Ruiseñor del emperador- mientras guiñaba un ojo para ella. Un aroma a rosas provenia del joven como si tratara de enmascara algún otro aroma, ¿sudor tal vez? No. era el inconfundible aroma de la sangre que provenía de u mano izquierda que estaba vendada

Justo cuando ya había decidido dejar aquel asunto por la paz y volver otro día, el libro se apareció frente a ella mientras era depositado por una mano que no recordaba haber visto antes. Sus ojos se clavaron en el lomo del tomo unos segundos antes de girar su cuerpo y toparse de frente con un muchacho de porte elegante que se encontraba a pocos centímetros de distancia. Tuvo que levantar el rostro para poder ver de quién se trataba, debido a la altura de él, pero una vez que pudo observarlo recordó haberlo visto en la sección de negocios de algún periódico.

- Hai – respondió por inercia – justamente ése era el libro por el que estaba parada en éste sitio…- hizo una pausa- pero me temo que la forma en que ha hablado de él me impedirá tomarlo ahora- sus ojos, que antes lo observaban con curiosidad, parecían estar perdidos en el tiempo mientras una sonrisa melancólica, aunque no a causa de tener que ceder el libro, se mostraba en sus labios- después de todo hay veces que es mejor dejar que las cosas sigan su curso… y un libro siempre puede ser un buen mensajero – dijo haciendo alusión a las notas del libro…

Al fin pareció regresar al presente y sus ojos obtuvieron el mismo brillo que poseían en un inicio, un brillo lleno de pasión y juventud

- Hiryu Aoi, es un placer – correspondió al fin a la presentación del joven con una reverencia al estilo japonés. – y una vez hechas las presentaciones debo advertirle que sólo puedo darle un plazo de tres días para que la persona por la que espera tome el libro, al finalizar esos tres días vendré por él – aseguró con cortesía, pero al mismo tiempo con una especie de rebeldía ante el hecho de tener que dejar el libro en el estante.

Fue entonces cuando un aroma conocido para ella flotó por el aire para llegar a sus sentidos. Era un aroma que siempre le había gustado pues le recordaba su flor favorita, sin embargo había algo más en el aire, algo con el que la dulce fragancia de las rosas estaba mezclado… un aroma extraño y peculiar… era… era…

- ¿Sangre? – pensó en voz alta mientras la confusión se hacía presente en ella. Sus ojos café se habían clavado de pronto en los de él, pero poco duraron en aquella posición pues comenzaron a observarlo con gran rapidez para localizar el punto de donde podría provenir el aroma.

No tardó más de 5 segundos en notar la venda que cubría, seguramente, una herida. Curiosa, e impulsiva como era, terminó tomando la mano izquierda de Alex procurando no lastimarle.

- “La lesión debe ser grande, una herida pequeña no haría evidente el olor de la sangre” – pensó para sí misma antes de volver su rostro hacia el muchacho – disculpe la intromisión pero… la venda no parece estar colocada adecuadamente.

Dinah entró en la biblioteca, estaba precisamente buscando a Alex. Las últimas horas no habían sido para nada sencillas desde el espectáculo en el salón principal del edificio. Encima de ello, cuando quiso vendarle la mano a Alex, él decidió que simplemente no quería esperar más y sin más se marchó, dejando el trabajo de Dinah a medias.

Con la culpa aún carcomiéndole por dentro, hizo una reverencia desde donde se encontraba, detrás de su amo y frente la la señorita que había ayudado a Pioter... cuando ella misma no pudo hacerlo.

-Buen día, Hiryu oujo-sama. Si me permite, es mi deber velar que el vendaje de Alex-sama esté colocado correctamente en su sitio. No es necesario se tome usted tal molestia.-

Aunque el tono de voz de Dinah y su lenguaje corporal demostrasen humildad y cortesía, un pequeño fuego en su mirada traicionaba su etiqueta. No le gustaba que alguien se dignara tocar a su Amo o señalar que era mal atentido.

Por una parte... era su deber como su Maid asegurarse de servirle a la perfección, a pesar de todo. Y por otro lado... seguía sintiendo aquellos celos que no le dejaban en paz. Sabía que no debía sentirlos, que debía olvidarse de ello... pero, ¿cómo olvidarse de algo que no controla y que aparece casi por cuenta propia y a pesar de ella misma?.

Tomó decididamente la Mano de Alex, sin hacerle daño, y se arodilló frente a él, evitando su mirada. Se concentró en corregir el vendaje, planeando salir de allí en cuanto sus servicios fuesen innecesarios. Le gustaba la compañía de su Amo, pero tal como estaban las cosas, no podía sentirse bien estando allí, era como si su sola presencia, su mirada, su postura... todo le reclamase una traición imperdonable... una traición que, según las reglas del mundo que les rodeaba... no tenía fundamento.

Y sin embargo... Dinah se sentía culpable, y Alex, invariablemente, se sentía traicionado.

-Gracias Dinah-chan, por favor retírate- dijo con una sonrisa para agradecer sus atenciones, pero su molestia con la joven aunque evidente no era iracunda, sin embargo no estaba dispuesto a discutir con ella

Nuevamente se dirigió a Hiryu-san: -que libro tan interesante es El conde de Montecristo. Un hombre que sacrificara todo por una venganza... incluso el amor de su vida- Alex se detuvo un poco y puso una des sus manos en su barbilla meditando un segundo para recargarse en un librero con la espado y cerrando los ojos pregunto

¿Será por eso que usted quiere aliarse a Pioter en su cruzada por mantener esta escuela tal como esta? no era agresivo ni insidioso, solo un poco suspicaz, en el fondo mostraba un interés genuino por acercarse a Aoi de manera amistosa.

Pero Alex siempre ha sido muy honesto y directo aunque se le tache de misterioso; dio un paso acomodando su cabello detrás de su oreja y depositando sus negros ojos en la mirada de Aoi le pregunto de manera gentil, mientras le ofrecía su mano derecha -No preferirá aliarse a mi y tirar por suelo esa regla absurda de la escuela, muchos aquí preferirían no tener quien les sirva, mucho menos sentir que hay una barrera invisible entre ellos y otras personas , no es eso despreciar a otras personas... yo simplemente respeto mucho el trabajo de los Buttlers y las Maids no deberían hacer distinciones tan crueles- un dejo de soledad esxistia en sus palabras pero sobretodo se le notaba honesto.

Dinah hizo una cortés reverencia y obedientemente se retiró en silencio, echando una última mirada en dirección a su Amo. Sólo él podía notar la tristeza reflejada en su mirada, producto de aquella molestia que existía en él y que dejaba a Dinah sin disfrutar de su amable y cálido trato de siempre.

En cuanto dejó el recinto, se encaminó hacia la enfermería. No podía ser tan inhumana de al menos no enterarse del estado en que se contraba el ahora rival de su amado Amo.

La presencia de la Maid de Alex no pasó desapercibida para Aoi, quien comprendió de inmediato la posición de Dinah, tan recelosa con Alex como su propio mayordomo lo hubiera sido con ella. Probablemente había sido un error decir aquello en voz alta, pues sin quererlo había dejado a duda la habilidad de la chica para cuidar de su amo. Además la forma en que la miraba no era precisamente la de un sirviente hacia la heredera de una familia de renombre, ese fuego que la muchacha demostraba en los ojos era el de una mujer protegiendo lo que era suyo.

- No es ninguna molestia, pero estoy completamente segura que su maid hará un mejor trabajo – respondió mientras dejaba que Dinah acomodara las vendas, sin apartar la mirada de la escena, pues los observaba con mucha atención.

Era evidente que Alex estaba molesto con aquella muchacha, aunque Aoi no estaba segura de la razón, sin embargo su mente analítica y observadora le dejó entrever cierta cuestión que no podía pasar desapercibida ¿Sería acaso que esos dos…?

La pregunta de aquel joven alto la sacó de sus pensamientos, era verdad que aquel libro le agradaba mucho por la intriga que había en él y porque sentía cierta atracción hacia Edmond Dantés, sin embargo…

- ¿No es usted quien está sacrificando todo por rencores pasados?- había sido directa, tal y como él lo había sido momentos antes.

Sus ojos no se apartaron de los de él, trataba de ver a través de ellos qué era lo que estaba pasando por su mente, qué era lo que había provocado una rabieta de niño pequeño en quien ahora parecía todo un hombre.

Con gentileza bajó la mano del joven frente a ella, tomándolo por el ante brazo, y aunque no lo soltó en ningún momento, tampoco aceptó tomarla.

- De nuevo está hablando sólo por usted Lanuit sama, ¿no se ha puesto a pensar en los sentimientos de aquellos que sienten honor al servir a otros?... así como existen personas como usted, también hay quienes creen que la única manera de estar con la persona que aman es a través de esa relación de servidumbre, usted lo sabe muy bien… realmente ¿cree que a la mayoría de los que están aquí los dejarán escoger a las personas con las que quieren desposarse?- aún sostenía su brazo, había hablado con firmeza y cortesía, tratando de que aquel hombre entendiera porqué era que no podía aceptar lo que él quería- ¿no sabe lo que es saberse comprometido con alguien sin saber si quiera quién es, o si llegará a amarlo realmente…? - sus labios, hasta ahora serios de pronto mostraron una sonrisa melancólica y triste, una sonrisa que a pesar de todo se mostraba más sincera que otras que había visto en ella y que adornaba su rostro de cierta belleza que antes no había mostrado- al final de cuentas usted y yo somos iguales, los dos estamos actuando por egoísmo, porque no queremos perder lo que amamos…- sí, Aoi lo había notado, no era tonta y Alex era demasiado evidente, él lo podía haber intuido desde que ella comenzó a hablar de amor entre mayordomos, maids y amos.

Un suspiro rompió el silencio que habría retomado el dominio de la biblioteca reclamándola suya...

No es tan sencillo el sistema de clases esta mal, es inapropiado e inhumano, usted sabe que tiene el poder de romper los corazones de aquellos que parecen estar atados al destino -dijo de manera nostálgica y melancólica pero sin apartar de su fuerte mirar un enfado tan antiguo como muchos libros a su alrededor- Pioter es mi medio hermano pero mientras reglas absurdas como estas existan en la academia solo habrá corazones solitarios y llenos de odio-

Se acerco para mirar de frente a Aoi , mirarla con esos ojos negros de demonio que podrían arrancar el corazón a cualquiera o bien arrojarlo en el más profundo de los temores. Alex era una persona firme en convicciones y actos y sus palabras nunca faltas de sinceridad pero siempre con un aire de ocultar grandes verdades dentro de seductoras palabras

-No se deje engañar por favor Pioter es un mentiroso y manipulador... -se detuvo a pensar y mordió un poco sus propios labios para susurrar solo para Aoi- La sangre que me baña es la de mi hermano, pero el primero en derramar la sangre de la casa Lanuit fue el mismo Pioter que solo sabe imitar a todos los que le rodean-

Dando dos pasos hacia atrás miro a la joven sobre su propio hombre y saliendo de la biblioteca le dijo- Las rosas blancas son mejores para esconder el aroma de la sangre, pero no me malinterprete, je quizá deba buscar el libro que le recomende-

Aoi se vio reflejada en esos oscuros ojos que la observaban como los de un lobo observan a su presa, con furia y dispuestos a atacar al menor movimiento. Estaba acorralada entre el gran estante de libros y el cuerpo de aquel muchacho y sin embargo ella no estaba dispuesta a tratar de dar un paso hacia atrás. No mostró miedo, no estaba acostumbrada a hacerlo (a menos que fuera ante su propio mayordomo) además comprendía, hasta cierta medida, las palabras de Alex y sabía que, aunque tenían formas distintas de actuar, la impotencia de ambos se debía a aquello que no podían alcanzar debido a las reglas de aquella sociedad en la que estaban inmersos.

La joven se mantuvo en silencio hasta que él se apartó de ella y dio media vuelta para retirarse, sólo entonces tomó un poco de aire y llevó la mano derecha hasta su pecho. Alex Lanuit era una persona poderosa, no sólo por el apellido de su familia si no por su porte y fortaleza. Su forma de hablar era seductora y seguramente le era fácil convencer a cualquiera, pero Aio no era cualquiera y tampoco tenía muchas ganas de formar parte en medio de una riña de hermanos. Se había involucrado sin quererlo y ahora no podía darse el lujo de dar marcha atrás puesto que su único objetivo era que aquel problema no terminara causando estragos en St. Lucía.

- Tal vez lo haga – respondió con una sonrisa sin que él pudiera escucharla y entonces se dispuso a buscar “El risueñor del emperador”

OFF ROL:

Spoiler: